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Tuesday, May 13, 2008

Cena en euskera

Cena en euskera

Permalink 19.06.07 @ 15:45:43. Archivado en Sobre el autor

La viví el otro día en un restaurante de un pueblito del pirineo aragonés desde una posición privilegiada: la mesa de al lado. Entró un grupo de adultos de unos 60 años, 3 ellas y 2 ellos, de estos que se empeñan constantemente en demostrar que son majetes, sencillos y naturales. O sea, el estereotipo de vasco que les han vendido y que tan bien representan.

Su entrada no fue precisamente discreta. Habían reservado mesa a nombre de Euzkadi. Un poco anticuados, Euskal Herria es la denominación actual más ortodoxa. Hablaban algo más alto de lo normal, sobreactuando su condición jatorril. Se veía que lo iban a pasar muy bien. Conversaban en perfecto castellano. De vez en cuando una frase hecha en euskera “noski baietz” para marcar las distancias: somos diferentes. En fin que desde el minuto 1 quedo clara su procedencia y su condición nacionalista militante.

Llevaban todos la misma ropa y las mismas ideas. Inconfundibles señoronas con pelo naranja corto y señores con camiseta de frontón siguiendo la moda de la pasarela olentzero. La gente ni siquiera les miraba con cara de aburridos.

Y llego el camarero a tomarles nota y ¡oh, sorpresa! se dirigió a ellos en un perfecto euskera. Salieron del apuro dignamente. Al fin y al cabo para encargar la cena no hace falta ser de euskalchaindia. Pero se sintieron coaccionados. Sintieron que había alguien que vigilaba sus formas. Y que podían ser descubiertos como impostores. Había que hacer patria. Tenían que subrayar las diferencias, las teóricas diferencias. Y se pusieron el mono de trabajo. Y no, no todos eran impostores. Dos de ellos se recreaban en un euskera de euskaldún zaharra excelente. Y eran, claro, los que llevaban el peso de la conversación.

Una de ellas, la que al principio era más dicharachera, estuvo prácticamente callada todo el rato hasta que intentó retomar el castellano, pero contestándole en euskera el que mejor lo hablaba se lo impidió. Cómo iba a dejar que le quitasen un protagonismo que de otra manera no tendría. Cada vez que nuestra dicharachera intentaba meter baza en la conversación su torpe euskera era inmediatamente corregido por el euskaldun zaharra que recuperaba así el protagonismo. Era su momento de gloria. Y no lo iba a dejar escapar.

De este modo, la pobre optó por limitar su conversación al “babueno, ura mesedez”, mirar la decoración y con envidia a las otras mesas que no tenían nada que demostrar. Deduje que aceptaba el derecho de los demás a incomunicarse en euskera.

Así que de las fluidas conversaciones del principio pasaron a los rígidos “Ba bueno, restaurante hau polita da”. “Ba bueno, nire semea mendian dago”, Ba bueno… El euskera había reducido la conversación a sus límites naturales. Y además había jerarquizado el grupo de una manera antinatural, contraria a la simpatía y los méritos de cada uno. Sólo un mérito tenía peso: el propio euskera que había tomado todo el protagonismo.

Me confieso un mirón. Me sentía un Rodríguez de la Fuente en el medio de la madriguera. Mi curiosidad natural disfrutaba observando al nacionalista fuera de su habitat, como siempre en manada. Observaba a estos tipos rígidos, con una conversación infantil. Al final optaron por estar callados. Su magnifica cena había quedado reducida a una reunión de barnategi.

A los postres estaban escondiendo bostezos, con cara de aburridos, aunque intentando aparentar lo contrario. Había algo heroico, obstinado. Indomables a despecho de su fatiga, del cansancio que tan claramente se pintaba en sus rostros.

Pagaron. La actuación seguía. La secta te obliga a trabajar a todas horas. Aunque les había fastidiado la cena, como buenos masoquistas dejaron al entrometido camarero una exagerada propina. Seguro que les dolió, pero era lo acorde al estereotipo vasco que guía hasta el menor de sus actos. Y se fueron. Según marchaban observé al euskaldun zaharra pasarle por el hombro un brazo blando a la chiquita dicharachera. Sólo entonces deduje que era su mujer.

¡Qué dura, señores, es la ortodoxia!

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