Los locos y nuestros actos
Sabemos bastante de las motivaciones
detrás de nuestros actos más elementales. Sabemos reconocer cuando actuamos
para conseguir dinero, sexo, poder, estatus, jerarquía, pertenencia, que nos
valoren, ser aceptados... También sabemos que el protagonismo es una materia
prima que a los tímidos quema y por la que los vanidosos matan. Pero todavía
hay actos extraños de los que no entendemos su motivación última. Actos que
realizamos y nos quedamos asombrados de nosotros mismos, sin saber la razón por
la que los hemos hecho.
¿Por qué un hombre escala una montaña casi
imposible? ¿Para qué hemos ido a la luna? ¿Qué hace que un adolescente se gaste
sus escasos ahorros en unos sprays con los que pintar paredes? ¿Por qué Mark
David Chapman mató a Lennon? ¿Qué hace que un terrorista se explote asesinando
a cuantos más mejor?...
¿Qué pistas nos dan los desequilibrados y sus
motivaciones a quienes nos consideramos “normales” sobre nosotros mismos?
Javier
Fernández Lasquetty escribe muy claro, sobre todo parece
sincero cuando escribe. Hace poco leí un artículo suyo sobre un enguarraparedes
cubano llamado “El Sexto”.
En el vídeo que enlazaba me encantaron las
motivaciones de sus actos explicadas por el propio Sexto.
Transcribo:
(8:45 El policía que le detiene le dice):
Policía: “Te vas a morir, no vas a llegar a
nada”
Sexto: “Sí, pero entre la muerte tuya y la
muerte mía hay una diferencia.”
(9:55) -Sexto: (También) “Tú te vas a morir pero
dentro de 5 años tu propia familia, tus hijos, tu mujer no van a hablar de ti.
Yo me puedo morir aquí, pero dentro de 6 años tu mujer, tu hijo y tú mismo van
a hablar de mí”.
Así que la motivación central de su vida es
religiosa y lo reconoce abiertamente. Mire el vídeo, su cara no deja lugar a
dudas, es un fanático puro, parece un místico de El Greco. Esta misma
motivación trascendental explica por qué los grafiteros son capaces de gastarse
una pasta en unos sprays que cuestan un dineral para dejar su firma en un
subterráneo, porque quieren dejar huellas para demostrarse que existen.
'Soy una mierda, pero ahora voy a hacerme
famoso' dejó escrito Robert Hawkins antes de matar a ocho personas y
suicidarse en un centro comercial de Nebraska en diciembre del 2007. ¿Pero
de qué fama está hablando? ¿Qué tipo de fama es esa capaz de redimir a un
mierda y convertirle en otra cosa?
El desesperado de Joseba Elósegui escribió un libro que se
titulaba “Quiero morir por algo”, al tío parecía darle igual qué algo. Viviendo
donde vivía la causa que encontró era la obligada por el entorno, la mimética,
la inevitable. Se tiró a lo bonzo delante de Franco en el frontón Jai-Alai de
Guernica gritando “Gora Euzcadi ascatuta”. No murió pero hizo carrera política
primero en el PNV y luego en EA.
John Lennon afirmó un día refiriéndose a los
Beatles: “Somos más famosos que Jesucristo”. Puede que fuera verdad, pero la frase es en sí un reclamo para
desequilibrados. En el lenguaje de estos chalados lo que Lennon estaba diciendo
sin saberlo era “matadme y os transferiré mi sacralidad”. Fue exactamente lo
que ocurrió. Así invocado un perturbado le
asesinó. Mark David Chapman ha admitido que mató a Lennon para "poder ser alguien". Pero ¿”alguien” en qué sentido?
Todos estos desequilibrados son estupendos para
estudiar las motivaciones humanas porque en ellos se aprecia lo que en los
demás se produce de forma tenue y camuflada. Estas acciones son manifestaciones extremas de unas emociones
que todos compartimos. También en las personas normales las ansias de trascendencia están
presentes y condicionan nuestro comportamiento y, sobre todo, nuestro
mimetismo. La motivación religiosa fue la fundamental durante toda la Edad Media y
aunque puede producir actuaciones aberrantes también produjo actos heroicos y
grandiosos, y creo que sigue siéndolo aunque el racionalismo lo niegue. También hoy gran parte de nuestras decisiones están dirigidas por
esta motivación religiosa de la que no somos conscientes. Por ejemplo, estoy
convencido de que la clave del éxito de la comunicación política está en
ofrecer trascendencia. Lo hace Errejón de forma obvia, artificiosa y según
pautas de trascendencia caducadas, la religión muerta de la historia marxista.
El éxito de Podemos se debe a que regala
protagonismo al por mayor y vanidad existencial. Podemos ha convertido en
protagonistas a millares de gente anodina que por primera vez en sus vidas se
sienten parte de algo grande, “histórico”, o sea, eterno o inmortal. Podemos es
un movimiento milenarista clavadito a los del fin de la Edad Media porque lo
que Pablo Iglesias teatraliza no es convicción, es fe. Toda identidad tiene
algo de esto.
También la clave del éxito del marxismo, del
Opus, del nacionalismo… de todo movimiento colectivo -positivo o negativo, que
el mimetismo no tiene por qué ser siempre inmoral-, está en ofrecer sentido y
trascendencia individual a la vida de sus miembros a través del grupo. Es muy
seductor eso de que actúas en el sentido de la historia o en el de dios o en el
de un pueblo milenario con una personalidad constante e inmutable a lo largo de
milenios. Tus actos permanecen. Así ofrecen vanidad existencial, un caramelo
para cualquier bicho con más miedo a la nada que a la muerte.
Antes de ser ejecutado, un perturbado que había
destrozado las estatuas de los dioses griegos, soltó: “La muerte es un precio
muy bajo a pagar por la inmortalidad”.
Y seguiremos comprando mentiras que nos nieguen
nuestra nada, es así. Pero estoy convencido de que esta motivación de
trascender puede tener una aplicación práctica más cercana.